14 may Reencuentro Continuo
Para mi A Coruña es familia, amigos, amor, diversión, gastronomía, cultura, deporte… un reencuentro continuo que cada vez que se produce es felicidad.
Desde el año 2009 he navegado en categorías que me han obligado a desplazarme continuamente para entrenar y competir y aun así nunca han conseguido despegarme de Galicia y de mi ciudad natal, A Coruña.
Mi vida hace nueve años se convirtió en entrenar con un único objetivo: ir a unos Juegos Olímpicos. Una recompensa increíble con un final de cuento de hadas, pero con un camino muy largo y sacrificado que poca gente conoce.
Descubrí que la única manera de aguantarlo era encontrar algo que en los momentos difíciles, cuando las cosas no salen como uno quiere, me recompusiera y me diera aún más fuerzas para seguir entrenando. Y lo encontré: Volver a casa era para mí ese respiro de vida normal que me hacía falta.
Al principio fue complicado, volvía a casa cuando podía e intentaba desconectar el poco tiempo que tenía, aunque los planes de mi entorno, como siempre me había pasado en el colegio y la infancia, iban a una velocidad que muchas veces no podía seguir. El “no, no estoy”, “no en esas fechas tengo regata” o “estoy cansada y mañana me voy pronto” han sido las continuas respuestas que he tenido que dar a mis amigos a lo largo de mi vida. Un precio que aunque alguna vez me pareció alto, es la única moneda que paga el poder vivir en este sueño de dedicarme a lo que más me gusta hacer en la vida: navegar.
Desde que soy pequeña hago mucho deporte y me he perdido muchísimos cumpleaños, viajes de fin de curso… y todas esas celebraciones que siempre acaban coincidiendo con alguna competición. Cuando entré en el Equipo Olímpico Español de Vela, mis amigos iban a la universidad y yo solo podía sacarme algunas asignaturas a distancia. Ellos también salían por la ciudad de cañas, hacían botellón en los Jardines de Méndez Núñez, bailaban en los pubs del Orzán, acudían a todos los partidos del Depor y disfrutaban de esos planes de verano, las fiestas de María Pita, la famosa noche de San Juan o los conciertos de Riazor… Yo solo podía conformarme con un poco de todo eso.
Lo suficiente para recuperar fuerzas y saber qué hay al otro lado del mundo, donde los cabos, las velas y las poleas no importan. Donde cada día es diferente y donde me espera mi gente cuando vuelvo de cada regata o entrenamiento. Ese lugar que me da fuerzas, me protege y me da la energía que necesito para vivir. La ciudad a la que pertenezco y a la que siempre quiero volver. La ciudad que me ayudó en mi trayectoria deportiva y a la que le dedico mi mayor éxito. El oro de 2012 es tanto mío como de ella.
Ahora con todos estos años de experiencia me doy cuenta de que encontrar este refugio fue sigue siendo mi mejor arma. Sigo reencontrándome con A Coruña con la misma ilusión que me hacía las primeras veces que me tenía que ir y aunque la vida va pasando, yo sigo volviendo aquí.
Mis amigos ahora trabajan. Casi todos han tenido que emigrar. Muchos a Madrid y Barcelona pero alguna al otro lado del mundo como a San Francisco o Nueva York. Ellos vienen incluso menos que yo, pero ahora me entienden. Entienden la ilusión de reencontrarte con las calles de A Coruña.
Sofía Toro
Artículo para el Especial del Centenario del Ideal Gallego
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